19 febrero 2008

CONSIGNA 2

EJERCICIO 1
A La fruta que robé y mi padre no
No éramos realmente amigos. Simples vecino que compartíamos travesuras. Su flia. era adinerada y su casa una de las mas lindas del barrio. La mía era la mansión más grande de la zona del Prado, aunque no fuera mía exactamente y si fuera la casa que mi padre, el casero, cuidaba. Yo vivía en la otra casa de enfrente pero dentro de la misma enorme propiedad. Por lo tanto, a los ojos del resto del barrio adinerado, mi flia. no era una familia rica, pero a mis ojos y los de mis vecinitos, lo parecía y era suficiente para mi.
También éramos iguales a la hora de planear travesuras.
En el fondo de casa vivió durante un tiempo un hombre que tenía muchas cosas plantadas: flores, plantas extrañas, árboles. Tenía un tejido alrededor que era lo único que nos separaba y que con un poco de trabajo se podía acceder desde mi fondo. Ese poco de trabajo implicaba pisar el tejido y romperlo, algo no muy difícil. Y el premio era suculento: un enorme árbol de nísperos jugosos nos esperaba del otro lado. Así lo hicimos mi vecino y yo. Juntamos cuantos nísperos podían guardar nuestros pequeños bolsillos y manos y corrimos de nuevo hasta mi casa pasando por encima del tejido caído.
No fue, vale decirlo, el crimen perfecto, y una vez que el vecino del fondo se lo comentó a mi padre este me retó severamente y me puso en penitencia en mi cuarto, no dejándome salir por el resto del día. De nada sirvió que le dijera que la culpa había sido de mi vecinito, el de la casa linda de la esquina, el hijo de Don Fulano de Tal. Eso solo aumentó su enojo y mi reprimenda. Como si le hubiera dicho algo que no quería escuchar.
Ese día solo podía ver por mi ventana el tiempo y la gente pasar. Hasta que detuve mi mirada en la esquina. Ahí estaban charlando y sonriendo amistosamente el vecino ultrajado, el padre de mi cómplice (Don Fulano), éste jugando con su triciclo y mi padre.
Mi única reacción fue incomprensión hacia la actitud de mi padre. ¿Por qué había sido tan duro conmigo y no había pedido el mismo castigo para el otro niño? ¿No me había creído a mi y si a el? “Mi padre creía en cualquiera menos en mi”, fue la respuesta a la que me aferré entonces
Mucho rato después mi padre entró al cuarto y sin decir palabra me ofreció una bandeja de nísperos enormes, mucho más grandes y jugosos que los robados y se sentó a mi lado. Yo me quedé un rato inmóvil en mi cama pero el hambre fue mayor que el orgullo y empecé a comerlos en absoluto silencio. Pasamos así un rato. En silencio. Pero con la sensación de mi parte de que el debía decir algo y explicarme para quitarme la sensación que me había dejado rato antes. El no dijo nada y yo tampoco. Ninguno iba a entender al otro seguramente. Las cosas se entienden con el tiempo aunque hablar ayuda si hay alguien realmente escuchando, y no había nadie así en esa habitación.

B Una noche en la fábrica
Fuimos al BAO. Me llevaba seguido a su lugar de trabajo y de noche solo estaba el sereno. Y me mostraba las enormes instalaciones de esa fábrica. Charlaba un rato con el sereno mientras yo trataba de no irme muy lejos y perderme. Era 1985 y yo recién había empezado el liceo público tras años de Colegio Privado. Un cambio que me venia siendo difícil de asimilar pero que todavía no había comentado con nadie quizás por no saber como. Cuando volví junto a los mayores hablaban de mí. “¿Así que empezaste el Liceo?” me pregunto el sereno. “¿Y te gusta?” agregó. “Si” respondí secamente. Se dirigió a mi padre y le comentó lo difícil que había sido para su hijo el cambio y que en los primeros días venia siempre llorando después de clase. “¿Y por qué?” preguntó mi padre. “Es que el cambio es muy grande”. “¿Y que hicieron?” pregunto de nuevo mi padre. “Hable con él. Le pregunté lo que le pasaba, lo escuché, se desahogó y le expliqué que ya iba a pasar, que era normal”. Yo estaba asombrado. Lo mismo que me pasaba a mi era de lo que estaban hablando y no percaté en ese momento el orgullo de mi padre al decir: “por suerte éste lo viene llevando muy bien y se ha portado como todo un hombrecito”
Al día siguiente volví llorando del liceo, me encerré en mi cuarto y no dejé que mi madre me hablara. Sentí llegar a mi padre del trabajo y mi madre lo recibió con la noticia. “¿Pero por qué, por qué ahora?” fue la reacción de mi padre, con cansancio y molestia mezclados.
Esperé que mi padre entrara a mi cuarto pero nunca lo hizo. Al otro día tampoco me preguntó nada y cada vez que lo veía él bajaba la vista o miraba hacia otro lado.
No me di cuenta entonces, pero le estaba tomando examen como padre. Y lo estaba perdiendo para mí incipiente etapa preadolescente.

C "Cuando es para mí, digan que no estoy"
Mi tío agonizaba y todos sabíamos que su muerte era inminente. Hermano mayor de mi madre, tío favorito de mi hermana y mió y mejor amigo de mi padre desde la adolescencia. Esa noche cenábamos los 4 en casa (le tocaba a otro familiar cuidarlo) y sonó el teléfono. Y mi padre, que odia los teléfonos, se levantó antes que nadie. Yo miré a mi madre que no levantó la vista de su plato y noté su angustia. Mi padre atendió con calma y siguieron unos gestos y manifestaciones de aprobación:”ahá, si, bueno, está bien”. Volvió a su silla y exclamó con voz tranquilizadora: “bueno, ya está, el tío murió y ya no sufre mas” y siguió comiendo. Y todos seguimos. Yo lagrimee pero no lloré, ni mi hermana, ni mi madre. Si la reacción de mi padre hubiera sido otra quizás hubiera seguido una escena de llantos y abrazos. Pero la forma natural con la que mi padre nos dijo lo que todos esperábamos nos hizo sentir tristes pero aliviados. Su mejor amigo y familiar había muerto. Pero su familia estaba viva y esperando por lo que él dijera.
Fue la primera vez que me sentí orgulloso de la dureza de mi padre. Y comprendí que su coraza era muchas veces una capa que usaba para protegernos a todos y no a solo a él. Justo en mi adolescencia, la etapa en la que más veces le reproché cosas como no haber sido el padre perfecto que esperaba de niño. Justo antes de darme cuenta de que tal vez no había sido el mejor padre del mundo, pero si el mejor tipo que conocí en mi vida

EJERCICIO 2 La mansión de los Principes
No vivíamos en ella exactamente. Mi padre era el casero y la casa del casero estaba enfrente de ella. Pero dentro de la misma propiedad. Ya la casa del casero era suficientemente grande. De 2 pisos, 3 cuartos y muy cómoda. Pero era imposible no tentarse y pasar la mayor parte del tiempo en “la mansión”. Así la llamábamos todos. Era la casa de los Príncipes Volchakovh o algo así. Unos descendientes de unos príncipes rusos. Los dueños actuales, o los que conocí, eran uruguayos. Una Sra. y sus tres hijas de unos 20 años que vivían en el exterior y cada vez que venían se quedaban en la mansión y jugaban conmigo y mi hermana y nos llenaban de regalos. Eran absolutos desconocidos para mi con los que me sentía a gusto a pesar de no entender porque ocupaban la mansión cuando querían. Cuando no jugaba con las hijas, las únicas personas adultas con las que me sentía a gusto cuando me besaban y apretujaban contra sus cuerpos como si fuera su juguete, me quedaba en la casa del casero, mi casa, mirando por la ventana esperando el día que se fueran y pudiera entrar de nuevo.
Entonces volvía a subir la escalera hacia la entrada. La puerta enorme de 2 hojas se abría pesadamente pero sin ofrecer mayores obstáculos para un pequeño de 5 o 6 años. La gran alfombra con dibujos que nunca llegue a entender era una especie de camino hacia la sala principal. Completamente vacía. Sin muebles, ni cuadros, ni fotos sobre la gran chimenea. Nunca me pregunté por que nadie vivía ahí ya que lo que me interesaba era que yo vivía a 10 mts. y entraba cuando quería. Incluso me festejaron más de un cumpleaños ahí. No se si era correcto, o los dueños lo permitían pero eso era algo que a mi no me importaba en lo absoluto.
Para dar una pauta del tiempo que pasaba en la mansión puedo decir que no recuerdo la cocina de la casa del casero pero si la de la mansión. Era pequeña en comparación al resto de la construcción. De azulejos celestes y placares del mismo color pero mas oscuro. Por supuesto no había ningún utensilio colgando ni nada en los cajones de madera. Pero si había una heladera que se usaba en casos especiales como cuando hacíamos alguna reunión familiar en el fondo de la casa y debíamos proveerla de alimentos. Podía ser la cocina de cualquier otra casa. Nada especial, solo que era la primer parte de la casa a la que se accedía siguiendo el camino indicado por la alfombra. Luego había una sala que yo no tenía idea para que era pero que tenía un enorme ventanal que dejaba ver el parque en toda su extensión. Podía acceder a dicho parque desde el exterior de la casa pero yo prefería entrar y abrir el ventanal, levantar las cortinas, dejar que la luz inundara la sala y entonces si, llegar al parque, el cual por supuesto, era la cancha de fútbol del barrio. Dicha casa me coloco en una posición importante dentro de la mini sociedad infantil del barrio. Si bien todos vivían en grandes casas, la mansión y su parque ocupaban media manzana. La otra mitad era un campo seco desde que se había mudado quien vivía en el, donde solo había un ombú enorme el cual era parte de nuestro lugar de juegos también.
Otra vez dentro, desde la sala de estar se podía subir a la planta alta por 1 escalera de madera fina al costado del pasillo que uno se encontraba al entrar a la casa. En el otro costado estaba uno de los baños. El más pequeño. Subir la escalera era agotador pero inevitable. Antes de llegar a la planta alta uno se encontraba con un majestuoso Vitró parecido al que estaba en la Iglesia de mi colegio solo que no había ninguna forma celestial en este y si estaba lleno de formas geométricas que no me decían nada. Subiendo unos escalones mas se llegaba a la planta alta donde estaban los 4 cuartos, todos diferentes en tamaño, el escritorio y 2 baños mas.
Pero las habitaciones de arriba no me interesaban. Una vez arriba había un ritual sagrado que era mirar para abajo desde el borde del pasamano que continuaba a pesar que la escalera no. El pasamano era la única barrera entre el pasillo de la planta alta y el vacío, el caer hacia la enorme sala de estar y su alfombra. Un acontecimiento que sufrieron todos mis juguetes ante mi placer. Verlos caer desde semejante altura era como verlos caer en cámara lenta y me daba tiempo para imaginar lo que podían decir mis muñecos mientras caían hacia una muerte segura. Los que sobrevivían, la mayoría de plástico, volvían a jugar conmigo. Los que se hacían pedazos me dejaban una mezcla de dolor y placer por lo visto, en especial los autitos a los cuales me hubiera gustado ver explotar al caer, tal como en las películas.
Es que la mansión era de película, nada parecía real, no parecía ser un lugar construido para ser habitado, solo para jugar e imaginar situaciones como en el cine.
Años después, al pasar de nuevo por ahí, la mansión no parecía tan grande como antes. Todo se había reducido y yo estoy seguro que no había crecido tanto. Sin embargo cuando la recuerdo la veo en mi mente como la veía cuando era niño y no logro recordar muy bien lo que vi cuando la fui a visitar muchos años después. Es como si la memoria infantil de mi vida y mis vivencias ahí no permitiera ser modificada por la simple visita de un adulto.

13 febrero 2008

CONSIGNA 1

MI VIDA- O COMO CONVIVIR CON UNA MEMORIA SELECTIVA CON VIDA PROPIA

LOS 70- LLANTOS DE BEBES INOCENTES
“¡Dios lo trajo al mundo un 2 de noviembre, carajo!”

Y a solo 2 horas del día 3, por lo que la perspicaz de mi tía le sugirió a mi padre que me anotara el día 3 ya que “el día de los difuntos” no iba a ser una fecha muy adecuada para festejarle cumpleaños al niño. Según me cuentan, mi padre golpeó la pared y espetó: “¡Dios lo trajo un 2 de noviembre, será anotado un 2 de noviembre carajo!”.
Mi padre nunca soportó mucho a mi tía por lo que me quedó la duda que hubiera pasado si hubiera sido otra la persona que propusiera ésa idea. Pero prefiero pensar en la parte romántica y casi épica del relato. Para ése mundo que yo había inaugurado, ésa fecha había cambiado de festividad con un llanto de bebé y una sentencia paterna. Casi una historia sacada del Olimpo.

Los hijos son iguales, pero el segundo es el segundo
Cuando le pregunté a mis padres porque no había más fotos de mi cuando bebé (sólo había una y estaba acompañado de mi hermana) la respuesta fue: “y…eran tiempos difíciles”. 1972; si, era un año difícil… ¿para sacar fotos a un bebé? ¿Podía verse como un acto subversivo, o como una demostración demasiado burgués y capitalista? Mi hermana que nació 6 años antes tenía fotos de ella en todas las posiciones en las que un bebé podía ponerse (3 o 4 pero nos parecen cientos). La respuesta no me convenció pero no indagué más. Tal vez por miedo a saber si lo difícil era la situación económica o la situación afectiva de la pareja. Hay cosas que, si no son tan importantes, es mejor dejar en la nebulosa y seguir adelante.

Travestismo, incesto y sexo entre niños (O como vender una simple anécdota infantil con un titulo escandaloso. Primera lección para futuro editor de prensa)
Mi hermana quería una muñeca para jugar y le trajeron un hermano. Era comprensible su enojo y desilusión, pero de ahí a vestirme como nena a mis 2 años y sacarme a pasear por el barrio, presentándome con todos los vecinos como su nueva hermanita, hay un trecho psicológico grande para indagar. Se que mis padres la retaron y se que a mi me quedaba muy bien el maquillaje. Lo que no sabia en ese momento era que unos 3 o 4 años mas tarde me iba a vengar. Disfrazados de algo, con sabanas y sombreros, jugábamos en el cuarto y terminamos inocentemente en la posición del misionerito. Y si bien no fue del todo física, esa fue mi primera erección mental. Fue también la última vez que jugamos de mano así. A partir de entonces nos tirábamos cosas a distancia y mi hermana no volvió a dudar del sexo del juguete de la casa.

Esa crueldad bajita que se incorpora.
Sentado a los 5 años en un enorme pupitre de madera rayada y hierros curvos a mi alrededor me sentía atrapado. No era el único en esa posición pero había otros que, vestidos como yo, ya se habían liberado y corrían y gritaban. Nada tenia mucho sentido para mi. Sabia que mis padres estaban afuera porque así me lo habían prometido, pero mi protección, mi guardaespaldas, el que yo movía y miraba sin levantar la vista de él era mi “Hombre de Acción”, vestido adecuadamente de soldado para la ocasión.
Cada vez eran más los uniformados que se liberaban de sus asientos, y ahora los gritos tomaban forma de conversación. Levante la vista hacia un grupo de niños que hablaban al mismo tiempo y repetían “y yo esto, y yo aquello”, y yo también tenía cosas de que alardear. Ya me encontraba junto a ellos y aunque no era una integración pues no formaba parte de ningún grupo organizado, me sentía con la confianza como para decir “yo en contra y yo a favor de esto o aquello”. Tanta era la confianza que había ganado que en un momento de reposo del ego noté que no tenía conmigo a mi “Hombre de Acción”. No me asusté. Busque con la mirada cerca de mi pupitre y vi al chico sentado al lado que se encontraba en la misma situación que yo unos minutos antes: absorto en el juguete, sin levantar la vista del mismo. Raudamente me acerque a el y le arrebaté con furia el muñeco. Miré al ladrón con desprecio un rato y luego volví con los otros chicos dejando solo a este indefenso. Al final yo había rescatado al inútil de mi guardaespaldas. Y además había experimentado mi primera reacción de crueldad hacia el prójimo, y era en mi primer día en el colegio católico.

LOS 80-FIESTA Y DEPRESION
Nunca me enamoré de ninguna maestra
Pero si odié a varias, y a varios compañeros, y al único cura que nos enseñaba catequesis como si fuera matemáticas: niño + rezo + quedarse quieto y callado = va al cielo, niño que se ríe, habla y pregunta mucho = va al infierno (y peor aun, repite el año). Lo que me hizo ser un alumno sobresaliente durante la primera mitad de la década. Pero afuera de la escuela empezaba a conocer los cumpleaños, los bailes de lluvia, la diversión organizada y a las nenas. En mi colegio éramos todos varones y había un compañero que era rematadamente gay ya la edad de 8 o 9 años. Por supuesto era la burla de la clase y del resto del colegio que sabia de su existencia, y a el no le importaba, al contrario, parecía divertirle pasearse amaneradamente frente a nosotros en el recreo mientras los maestros y curas lo miraban seriamente. Yo era muy chico para imaginar que plan estaban tramando para “curarlo”. Hizo todo el colegio conmigo pero cada año se volvía mas introvertido y angustiado pese a que para nosotros, por costumbre, ya era uno más y no lo molestábamos tanto. Aunque con el tiempo le tomamos afecto, jamás le preguntamos por que lloraba, o por que faltaba por semanas. Para nosotros era simplemente “el de la clase que se cree nena” y con los años pasó a ser “el puto Castro”.
No se cual era ni fué su fiesta pero la mía no estaba en la escuela, estaba en el edificio de apartamentos de La Teja en el que vivía, junto a mis mejores amigos y a las amigas de mi hermana, o sea nuestras enemigas. Los fans de Van Halen contra las fans de Menudo.
Y cada tanto hacíamos fiestas con mucha coca cola, refuerzos y besos y toqueteos. Empecé a sentir mas placer en acariciarlas que en tirarles el pelo, en sentarme cerca de ellas que en jugar a la pelota. Pero todavía no estaba preparado para reconocerlo públicamente.

Algo sobre mi madre (Profe, este "subtítulo" va también para la 2ª parte del ejercicio)
Fue en los primeros años 80 que empecé a notar que algo no estaba bien con mi madre. Por momentos era una madraza que cocinaba, abrazaba, rezongaba, ayudaba en los deberes y hacia los mandados como una madre debe hacer. Era una madre, mi madre y yo la adoraba.
Fue después de una reunión de padres del colegio que la trajeron de noche en una ambulancia y sedada. Había ido junto con mi padre y vuelto con enfermeros y vecinos que entraban en mi casa todos juntos. “Nada, nada” era la respuesta que obtenía ante mis preguntas así que opté por callarme y mirar. Y vi como mi madre se incorporó de su silla, se acercó a una vecina, le miró fijamente el cuello ante el temor de ésta, y tomó la cadenita con la medallita que pendía de el. Empezó a susurrar como si hablara con su propia madre. Yo nunca había conocido a mi abuela materna ni tampoco había preguntado por ella. De repente empezó a gritar desesperadamente por su madre. Los enfermeros y mi padre la sujetaron, la vecina desapareció y antes que yo me pusiera a llorar un vecino me sacó para afuera y se sentó conmigo en los escalones del edificio. Yo le hacia preguntas y el respondía vaguedades por lo que otra vez decidí mejor esperar en silencio. Al rato la ambulancia se fue y fuimos todos a dormir como ya lo estaba haciendo mi madre hace rato.
Fue la primera vez que viví de cerca el cuadro cuasi esquizofrénico que empezaba a sufrir mi madre y que la llevó a estar internada varias veces tras diferentes episodios de delirio y depresión. Mi única reacción al comienzo era rezar para que no se llevaran de nuevo atada a una camilla a mi mamá a quien sabe donde.
En aquel tiempo se usaba la terapia del sueño y el electro shock (esto lo supe mucho después) y la persona volvía mansita a la casa y a los quehaceres del hogar, pero obviamente cada vez mas desgastada como ser humano y mas parecida a una mascota castrada. Paradójicamente, con el tiempo, esto me hizo verla como algo mas que un ser utilitario para mi y mas como una persona. Justo cuando estaba quedando cada vez menos de ella como persona.
Hoy la veo como un ser humano fragil al maximo y alguien con cero maldad, pura bondad e inocencia. No tengo muchos recuerdos de ella haciendo de madre full time y si de mi convirtiéndome en una especie de padre de ella.
Una de las sensaciones mas amargas de convertirme en adulto fue transformarme de a poco y sin querer en padre de mis padres.

La fiesta inolvidable
Segundas partes a veces son mejores que la primera y la segunda parte de los 80 fue definitivamente uno de mis momentos. Empezó como casi todo lo bueno a raíz de un problema. Al terminar la primaria en el Colegio San Francisco de Sales tuve que pasar a un liceo público por problemas económicos. No podía haber sido más shockeante para mi el cambio. De colegio de varones a liceo mixto, del cristianismo al comunismo de un liceo de La Teja en 1985, de los sobresalientes a las notas con números. Comenzaron las maravillosas ratas (algo totalmente nuevo para mi), el cigarro, el alcohol, el interés creciente por el sexo opuesto, las peleas, la bronca, la ira reprimida y manifiesta, las idas a la dirección, la expulsión, la desilusión de mis padres y la solución.
A mediados de 1987 la dirección del liceo de La Teja, junto a mis padres y al director del Liceo Bauzà del Prado decidieron pasarme a este ultimo: tendría que empezar a mitad del 3ª año en un nuevo liceo, en un nuevo mundo…y no pudo haber sido mejor. Adiós uniforme, hola jeans rotos. Mi pelo con jopo y lleno de mouse, mis camperas de cuero con tachas, mis championes botita marca Topper y mi costumbre de llevar para todas las materias solo un cuaderno doblado en el bolsillo de atrás del pantalón me convirtieron en el chico nuevo extraño, misterioso, el cool. Y lo aproveche. Conocí a U2 y de ahí al Rock and Roll (antes había sido pseudo fan de Van Halen y casi fan de los Parchis), seguí conociendo el alcohol y le sume algunas pocas drogas, y aunque todavía no conocía el sexo autentico ya sabia del placer de “apretar” y “formar” con mis compañeras. Casi sexo, casi drogas y Rock and Roll. Definitivamente había sido bendecido con el premio de la libertad. Hasta me caían bien la mayoría de mis profesores, y los que no, me daban la excusa para ratearme o quedarme en clase a escribir mis primeros textos sobre la vida y esas cosas.
Pero tanta felicidad no podía ser completa y entonces en 5ª año llegó ella

La mujer de mi vida que nunca lo fue
Yo ya tenía un ideal de mujer en mi cabeza. Sabia como lucia, como sonreía, como hablaba, como miraba y era mía, vivía en mi cabeza y yo podía imaginar la situación que quisiera con ella. Por eso cuando la vi frente a mi en el salón de clase fue un shock. ¿Cómo había salido de mi mente y se había corporizado tan perfectamente? Era absolutamente increíble y por supuesto, fue amor a primerísimo vista. Pero había un solo problema: esta era de verdad y no alcanzaba con imaginarla mía, tenia que hacerla mía, lo que hubiera sido posible si no me hubiera sentido tan estupido cada vez que estaba con ella. Me ponía nervioso y decía incoherencias o tartamudeaba, o por miedo a decir algo con lo que podría perderla, no decía nada y pasaba por tarado. Luego iba a mi casa e imaginaba toda la situación como debería haber sido y planeaba como iba a empezar de nuevo al día siguiente. Pero otra vez, verla tan real me volvía retrasado mental y cada vez la tenía más lejos. Perdí decenas de oportunidades y me maldecía por eso. Fueron 2 años así, en los que escribí mucho sobre la dicotomía entre mi mundo imaginario y el mundo real con ella como epicentro del mismo. 1989 y 1990.
Muchos años después la vi en el ómnibus y estoy seguro que me reconoció pero no nos saludamos. Seguramente hubiera dicho alguna boludez en ves de hola. Estaba tal cual había imaginado que estaría unos años después de haberla conocido. Había crecido en la vida real igual que como había crecido en mi mente. Y tenía un bebé en brazos.
Me di cuenta que todavía seguía siendo la mujer de mi vida y que ese bebé debía ser mío, o sea seguía enfermo de ella.
Fin de una fiesta y esa resaca que dura hasta hoy. Pero empiezan los 90 y la fiesta es otra

LOS 90 – RAPIDO Y CURIOSO
Mujeres en serio, hombre en celo
La primera mitad de los 90 se me fue como agua entre las manos. Quizá por haber encontrado un interesante y novedoso negocio en mi vida: ahora debía ajustarme a ciertas normas de la sociedad establecida, vestir traje y corbata, y perder algo de libertad a cambio de dinero. Paradójicamente ese dinero era usado para satisfacer mi renovado concepto de la libertad: ahora pagaba por lo que quería. El capitalismo había conseguido un nuevo triunfo en una época de grandes victorias para las corporaciones. Pero a mi lo que me importaba era que veía el precio y si tenía el dinero era mío. Simple. Nada de ahorrar y pensar en un futuro incierto. Hoy era el único día de la semana. Pagaba y listo.
Así fue con mi primera relación sexual en esos años. Un negocio llevado a cabo en mi lugar de trabajo (auditor nocturno en un hotel), un irónico e inconsciente homenaje a mi nuevo estilo de vida haberla tenido ahí. Esa primera relación sexual no fue más que eso, una transacción, algo que hice porque quería y podía. No dejó ningún recuerdo o emoción particular en mí. Si lo hicieron la 2ª, la 3ª, la 4ª y las subsiguientes, ya fueran por amor o por dinero. Y fueran varias y muy arriesgadas. El SIDA era un aviso de televisión para mí. Seria otra enfermedad la que me haría ver todo de nuevo.

Mr. Hodgkin (2º relato para la segunda parte del ejercicio)
Ella no era mi doctora de cabecera pero en ese febrero de 1996 el mismo se encontraba de licencia y yo no soportaba mas el dolor de oído y cuello por lo que la fui a ver sin ganas y sin ganas me atendió. Al principio ella palpó unos pequeños ganglios en mi cuello y no le dió mucha importancia. Un par de medicamentos y volver en dos semanas.
Cuando regresé y volvió a examinarme, ella era otra persona. Nerviosa, tartamudeaba apresurada al hacerme preguntas sobre posibles síntomas, a las cuales yo le respondía que si los tenia todos. Me entregó un montón de órdenes de exámenes con nombres rarísimos y que decían “urgente” y me dió pase para el neurólogo. “¿Qué pasa?” le pregunte inquieto y me respondió: “puede que tengas la enfermedad de Hodgkin, pero el neurólogo te va a explicar bien”. Tiempo después cuando recordaba esa frase era como si hubiera sonado así: “puede que te estés por morir, pero yo cumplí, yo no tengo la culpa, puse urgente y te mandé todo… ¡y estoy cubriendo una licencia, y con este calor!”.
La fucking enfermedad de Hodgkin (¡por fin pude rimar fucking!), es un cáncer en los ganglios linfáticos mas común en los hombres entre los 14 y 35 años de edad y que tiene casi un 90% de curación si se toma a tiempo... pero las estadísticas no importan cuando la gran palabra con “C” aparece.
Lo primero que me preocupó fue como decírselo a mis padres sin mencionar para nada la palabra cáncer. Luego que el neurólogo me explicó el tratamiento a seguir llegué a casa y les expliqué a mis padres y mi hermana que debía seguir un tratamiento similar a la quimioterapia pero no exactamente. Mis padres me escuchaban con preocupación pero con calma por mi postura. Mi hermana no. Preguntaba y preguntaba, y cuando le nombré al Sr Hodkin ella gritó como una maldición al cielo: “¡eso es cáncer, la puta madre que la parió!”. Y arruinó sin querer mis intentos de evitar que mis padres se preocuparan y se hicieran inevitablemente la cabeza. Realmente estaba mucho mas preocupado por ellos que por mi. De hecho nunca me preocupé mucho por mi ante el diagnostico. Creo que a causa de mi propia inconciencia y por que, no sé el motivo, estaba convencido que iba a ser mucho mas llevadero de lo que fue. Pero para mi, no para ellos.
Y entonces comenzó la gran travesía. Quimioterapia: no funcionó. Radioterapia: no fue suficiente. Llegue a mayo de 1997, un año y 3 meses después de haber puesto nerviosa a la doctora que me lo encontró, tras haberme convertido es un experto en los peores casos de Hodkin de la historia tras horas de estudio en la Biblioteca Nacional y haber visto fotos que nunca debía haber visto (por suerte Internet no tenia tan fácil acceso como ahora).
Llegue también luego de haber padecido un sin fin de vómitos, mareos, calofríos, malestar de estomago, punzaciones, inyecciones, una biopsia y hs. interminables de espera en sanatorios rodeados de enfermos de todos los tipos de cáncer. No había distinción de gravedad de casos en las salas de espera y uno solo espera no verse como el que tiene sentado en frente. También llegue tras horas de estar ensartado a maquinas que me llenaban de medicamentos el organismo y nada de eso me curó. Pero tampoco mató mi esperanza. Yo no soy un optimista iluso que se aferra a una Biblia en estos casos, pero si me hizo volver a llamar a Dios tras unos años en que no nos hablábamos muy en serio. Tuve una charla con Él en la casa que supuestamente tiene en la Tierra y le dije en términos prácticos que no le iba a recriminar con el “¿porqué a mi?”, pero que esperaba que esto fuera lo peor que me podía pasar en mi vida y luego ésta iba a ir mejorando y mucho. Y yo a cambio iba a tratar de ser una mejor persona. Suena muy básico pero llevar a la practica esto me resultó mucho mas difícil de lo que creí.
Volviendo a la Tierra, la ultima esperanza medica era un trasplante autólogo de medula ósea. En otras palabras, me sacaban un poco de mi propia medula que no estaba infectada por suerte, la guardaban en la heladera, me internaban por un mes en el cual me acribillaban con drogas intravenosas las cuales matarían a las células malas pero también a las buenas. Iba a quedar por ende sin ninguna inmunidad. Un mosquito o un poco de polvo podían matarme por lo que iba a tener que estar no solo entubado a una maquina móvil las 24 hs. Sino que durante 20 días dentro de una especie de carpa de plástico transparente (como en la película “El chico de la burbuja” o algo así). Solo podría ver a mis padres y mi hermana a través de un monitor y todo lo que me dieran (elementos para comer, revistas, un discman, y unos cd`s elegidos por mi) debían pasar por un proceso de desinfección. Luego de los 30 días de ataque químico, me inyectaban nuevamente mi medula para que una vez dentro se reprodujera hasta volver a la normalidad. 1 mes más, del cual 10 días pasé en el hospital y 20 en un cuarto especialmente acomodado para mi en mi casa, con un tapabocas las 24 hs., sin salir del mismo para nada y sin mascotas en la casa. Y así me iba a curar. Ese era el plan y sonaba mucho más soportable de lo que fue. Digamos que a los 15 días de estar internado, de los 60 días que iba a llevar todo el proceso, ya no soportaba mas la vida y fue la única vez que no pensé en nadie mas y solo en matarme. Vomitar cada 8 hs. todos los días, sentirme débil y encerrado y no poder dormir era cruel.
La muerte me esperaba afuera por las dudas pero mi compañera de cuarto era la depresión, y cada vez ocupaba mas lugar, ahogándome, apretándome contra la cama.
Poco después que me sacaron de “la burbuja” y mis padres y mi hermana (los únicos que sabían de mi enfermedad pues así lo ordené en casa, no quería otra gente en la vuelta, ni que fuera tema de charla entre nadie), podían entrar a verme con uniformes similares a los de la película “Epidemia” o a “E.T.” me sentí un poco mejor.
Pero el día que me curó anímicamente fue cuando un enfermero se empecinó en charlar un rato conmigo mientras me hacia la cama. Yo no estaba de humor y pensaba: “no quiero ni a una enfermera de uniforme apretado y con senos grandes, mucho menos a este marica hablándome ahora”. Pero él seguía con su acento afeminado, hablándome del futuro y no bajar los brazos y bla, bla. Me harté y le grité: “¿y como mierda uno puede pensar en el futuro con un presente así?”; y el amablemente y con una sonrisa comprensiva me dijo: “hacé proyectos de vida”
No se que botón tocó esa frase en mi psiquis pero empecé todos los días a escribir un libro de proyectos al cual le iba agregando con entusiasmo algo nuevo para hacer. El 1º era ir a ver a U2 a Argentina al año siguiente, el 2º era hacer un viaje por el oeste de USA del que me había enamorado de niño gracias a las películas. También era pragmático, proyectaba cosas a corto plazo y que pudiera hacer aun si no me curaba, no planificaba tener un hijo o escribir un libro, y lo del árbol ni se me ocurrió.
10 de mayo de 1997. Esa era la respuesta que le daba al neurólogo cuando me preguntaba cuando había sido el trasplante de medula cada vez que lo iba a visitar para controlarme. Mi 2º cumpleaños. Eso le respondí cada 6 meses por 5 años en cada visita hasta que un día el doctor me dijo: “muy bien Camaño, tenés el alta, estas curado”. Ante tal sencillez de palabras le pregunté como buen rebuscado que soy si lo que me quería decir era que a partir de ahora iba a vivir con un elefante dormido en casa, es decir, que no molestaba, no se movía, no hacia nada, pero era imposible no notar su presencia y pensar que en cualquier momento se despertaba y hacia un destrozo. A el le pareció graciosa la comparación ya que no la había escuchado antes (yo la escuche en…una película). “No”, me respondió, y agregó: “y si así fuera, tenés el mismo elefante que tenemos todos, no es ni mas grande, ni mas malo ni tiene el sueño mas liviano que el del resto pese a lo que te pasó”.
Fui a la Iglesia, agradecí y cuando salí supe que ahora empezaba la parte más difícil de mi vida.

AÑO 2000 HASTA AHORA – COMO SER MEJOR PERSONA Y NO MORIR EN EL INTENTO
Cumpliendo proyectos

En el 98 fui a ver a U2, en el 2001 fui a USA, poco antes de las Torres Gemelas. Fui a Chile, fui a las cataratas de Iguazú y recorrí Argentina, recorrí y sigo recorriendo el Uruguay y encontré en el viajar la única cosa cierta que me calma y me renueva el espíritu.
Ya en los 90 había alquilado “Atrapado sin salida”. Conocía el titulo pero nunca había visto la película. La relación con la enfermedad de mi madre entre otras cosas hizo que tuviera un efecto casi similar a la primera vez que escuche “With or without you” de U2, y me hice fan de Jack Nicholson y del cine de los años 70, en especial de las peliculas existencialistas de ésa época. Descubrí que los libros no eran pesados útiles de estudio como me enseñaron sin querer mis aburridas profesoras de Literatura y Filosofía del liceo, y conocí a Hemingway, a Kerouac y la generación beat, revisité a La Divina Comedia y al Popol Vuh, y también encontré interesantes algunas ideas de Carl Jung. Me empecé a interesar más por el mundo cuando me sentí parte de la historia al presenciar por tv la caída del Muro y a la rebelión en la plaza de Tianamen. Además Rwanda se volvió mucho más que una imagen en el noticiero, y Sarajevo también. Hubiera querido ser yanqui por unos momentos para explicarle al ignorante pueblo de USA porque odian a su país en el exterior cuando el 9/11. La dualidad del hombre la emparentaba con la dualidad de USA, del Islam y de Cuba y las pasiones que provocan y me apasioné bastante por el tema de las contradicciones en el ser humano.
Me burlé menos de Freud e intenté entenderlo al igual que al conductismo pero sus discípulos me aburrieron y deserté de ambos. Había mucho que hacer y poco tiempo así que opté por las pastillas en vez de la psicoterapia como si fueran fast food.
Discutía de política interna y externa con mis mayores y enfilé hacia la Izquierda Social Demócrata europea, o sea Michelini y su cruzada solitaria, hasta que se traicionó. Quizás por eso me vendí y trabajé para el Partido Nacional por un tiempo (me pagaban un sueldo, me vendí bien). No se si era algo en mi actitud que me delataba pero me preguntaban como idiotas: “¿y vos a quien vas a votar?”, y les respondía: “el voto es secreto”, con lo que me gané la desconfianza de mis “copartidarios”, sobre todo de Beatriz “cara de ¡no me caso, no me caso!”Argimón.
Todo venia bastante bien en mi crecimiento personal pero a Dios le gusta ponernos pruebas, y a mi me puso a tratar de profundizar mi relación con las mujeres, y ahí pisé la cáscara de banana de nuevo.

Mala persona- buena persona (3º relato para la segunda parte del ejercicio)
La verdad que cualquier mujer que me sonrie es motivo de enamoramiento para mí. Pero es un estado transitorio que tiende a durar poco. Así nació mi narcisismo y mi hedonismo, y supuse que era un deber de vida estar con todas las mujeres que pudiera. La inmadurez emocional en la pareja era mi característica más visible y a muchas no les importaba por lo que por qué debería importarme a mi. Hasta que apareció Nancy. Un ángel en el infierno de Dante. Una ofrenda voluntaria al demonio. El 1º año fui un caballero, el 2º fui un miserable. Fui su primer hombre y el primero que le rompió el corazón.
Yo me defendía diciendo que eran sus continuos reproches tipo “es hora que conozcamos a nuestro padres” (algo inconcebible para mi), su falta de motivación en la vida, bla, bla, lo que mató el interés, pero lo cierto es que conocí carne mejor. Si, basta de clichés políticamente correctos. Conocí a Noelia. A ambas las conocí en el mismo trabajo aunque no coincidieron en trabajar juntas, y ambas vivían en Rincón de la Bolsa a unas pocas cuadras de distancia. Si eso no era Dios burlándose de mí…
Noelia era puro fuego, sexo a punto caramelo, pasión, ternura y hasta amor por momentos. Y era casada, por lo que me convertí en un hijo de puta por partida doble: cagaba a mi novia y ayudaba a cagar a un fulano. Pero no sentía culpa y volví a vivir, como en mi post adolescencia, un día a la vez para disfrutar el momento y nada mas.
El sueño con Noelia duro 1 año. Todos los “te amo” y “seré tuya por siempre” quedaron desparramados en la ruta Mdeo.- San José.
Y me sentí una mierda de persona. Busqué a Nancy para pedirle perdón y nunca pude ubicarla. Le mandé un mail eterno lleno de solicitudes de perdón y al final le puse:”pero tenés que reconocer que lo nuestro ya venia mal hace tiempo y…” ¡Brillante pedido de disculpas! Nunca mas supe de ella, y de Noelia supe que intentó suicidarse tiempo después, mientras vivía con su pareja de 58 años (el tipo por el que me dejo a mi), y que después volvió con su marido.
Hay errores que he cometido en mi vida y se que aprendí a no volver a hacerlos, pero aprendí también que volver a equivocarme con las mujeres es casi imposible de evitar para mi. Siempre va a haber nuevos errores para cometer con ellas y algunos los pagaré en esta o en la próxima vida.

Aun me gusta el viaje, pero no me gusta pagar el boleto
Hoy deambulo entre amores perros y problemas de conciencia, entre la euforia y la depresión entre “beber con moderación” y pastillas con receta. Haciendo proyectos de dejar una marca más importante y altruista en la vida y no solo pasar por ella, incluso he pensado en formar una familia.
Habiendo llegado a la mitad del camino de la vida, como Dante me siento aun en el Infierno y debo pasar por el Purgatorio. Aun cometo errores, los reconozco pero los cometo. Comprendí que soy un ser humano y Dios nos dió libre albedrío asi que la culpa no es toda mía, sino debería culparlo a él por el Tsunami por ejemplo. Y como ser humano convivo con mis contradicciones y no las peleo.
Espero pagar mis errores en esta vida y no dejar un karma muy pesado en la próxima, como me dejaron a mí en esta.
Todavía tengo la incauta esperanza de que el viaje me reserva algo muy bueno, y eso, sumado a la experiencia me da las ganas de volver a soñar todo de nuevo.

11 febrero 2008

Primera patada...


A ver, o soy tronco o de madera o, perdoneme Sr. Blogger, pero tenía ganas usted de complicarla cuando hizo los requisitos para crear un fuc...g blog!
"Que necesita una cuenta de acá, que la contraseña no puede llevar ésto, ni menos de ésto, que la ñ no existe, bla, bla..." ¡Estamos en la era del fast food, drive, love, sex, live and die! ¡Hacéla más facil y rápida, negro!

Bueno, hablando ahora con mi estimada teacher que sé que la tiene mucho más clara que yo en todo ésto, tuve que entrar con otra dirección de correo (una de g-fuc...g-mail, of course) y si la precisas te la paso. Espero que cuando termine de escribir ésto, lo pueda ver en mi blog, y a partir de entonces pueda agarrarle el gusto a la porquería ésta (me refiero a Mc Blogger y sus pasos, of course, no al taller que está buenisimo hasta ahora).
A ver...

10 febrero 2008

Empezamos el taller

A bordo, Moroscar, escribiente de memorias!

Este promete ser un espacio de profundización en varios temas de nuestra historia personal, pero en este caso no nos quedaremos con el resultado literario (para eso siempre hay tiempo de trabajar después), sino que utilizaremos las vivencias autobiográficas como una oportunidad de transformación y sanación personal también. La escritura, como sabrás o vendrás descubriendo, también tiene sus dones terapéuticos y hasta cierta condición de exorcista: matemos dos pájaros de un tiro :-)

Probá si podés publicar sin problemas en este blog, así estamos listos para empezar.

Suenan las campanas!