02 marzo 2009

Gracias a la ayuda extranjera en la reconstrucción de un país en crisis, de su pasado y de su nueva presencia en el presente y hacia el futuro.

Son las 5 a.m. del lunes 3 de Marzo de 2009 y estoy en la cuenta final de mis vacaciones y en la cuenta final hacia mi reintegro a la vida utilitaria y deshumanizante de las 8 hs. diarias obligatorias. Estoy en el bote que antes me llevaba a un destino ignoto y seductor, pero que lentamente se transforma en el único elemento que me aleja de la seguridad del hogar y las cuentas pagas. Con esta presentación de mi estado de ánimo a esta hora paso a cumplir lo que me debía y cerrar el Taller de Memorias y Autobiografía Curativa.

La primera reflexión que hago es más para mí que para el recipiente de esto, o sea mi estimada teacher virtual: me doy cuenta que a veces escribo muy largo. Así con esas palabras y tal vez falta de un correcto uso gramatical de las mismas, termino mi primera reflexión. Y ahora que leo este párrafo y trato de encontrarle el sentido, me explico porque es que a veces me veo en la necesidad de escribir muy largo.

Continuando, creo que jamás me hubiera dispuesto a escribir de mi con tanta autocritica y franqueza de no ser por los disparadores. Todos en el blanco. Todos directos. Y tal como los misiles de W. Bush, siempre acertando mas allá del target inicial y provocando daños colaterales. ( La comparación en este caso debe ser tomada como un elogio , si algo sabía hacer ese personaje era eso: apuntar a un sitio y reventar 20 más alrededor). Pero a diferencia del alcohólico cowboy cara de simio que no sabía cómo hacia las cosas, pero las hacía, la presidente de estos talleres virtuales sí sabe que sus misiles logran dar en el blanco y otras partes del cuerpo y la mente humana. Seguro que a esta estadista de la letra no se le hubiera escapado ni un arma de destrucción masiva tampoco.

Una vez recibido el impacto de dichos disparadores, uno siente la necesidad de reponerse de la mejor manera. Pero lejos de querer pintar las cosas para que el protagonista de su auto biografía quede lo mejor parado posible en las situaciones que la vida le fue presentando, se logra recordar las cosas de una manera diferente. Con piedad a veces hacia uno mismo, con humor, o con el placer de una herida abierta que se cicatriza al poder ahora comprender lo banal de ciertos hechos y lo transcendental de otros. Ambos momentos nos hacen lo que somos y empezar a diferenciarlos es una buena terapia de liberación pero a la vez una forma de volver a casa. Para arreglar la misma si se puede o para verla con lagrimas pero con calma, sin la urgencia del momento presente.

Este tipo de viajes por la vida pasada que el taller propone son una aventura atractiva y a la vez peligrosa. Si uno lo encara como si fuera una película coprotagonizada por Brad Pitt y una computadora, inevitablemente se hace un viaje tedioso que no deja más que la sensación que se hizo algo transcendente pero en realidad solo se “deslizó suavemente por sobre la superficie de las cosas”. Pero si uno pone a un “nacido para perder” como Bobbyeroicadupea (¿remember mi primer seudónimo?...no, ¡deberes!, ¿Qué pensabas, que por postergado iba a ser fácil? It´s me!), uno puede sentir que a veces se portó bien, a veces muy bien, otras como un desgraciado y otras solo pudo estar ahí sin posibilidad de cambiar el acontecimiento. Pero para eso, es necesario el viaje de la introspección y la autocritica, de la franqueza brutal y sin indulgencia hacia uno mismo, del dejarse llevar por las emociones pero no sentirse inmóvil por ellas. Y de tener cierta capacidad, si no literaria por lo menos emocional, de releer todo para poder escribirlo. Todo esto lo logré con unos simples disparadores semanales, una mala memoria que se fue esforzando hasta sentirse irrefrenable en su búsqueda, y de 2 personas: una es el recipiente. Este no conoce al individuo particular pero si al ser humano en gral., o por lo menos es bastante consiente de las generalidades de los individuos. Y por ende sabe donde apretar para que salga sangre. La otra persona es el contenido. El siempre estuvo ahí, moviéndose sin ton ni son, desparramado, sin forma ni idea de cómo resetearse, mover lo que corresponda a la papelera de reciclaje, y dejar el disco duro pronto otra vez.

Luego del taller sentí que muchas vivencias que estaban desparramadas por ahí, a medio terminar, siempre siguiéndome aunque no siempre visibles, empezaban a terminar de formarse, con la importancia en la palabra terminar. Y que ahora si podía ir guardando con cuidado, y no seguir pretendiendo que con dejarlas en el pasado desaparecían pues nunca es así. Somos lo que hicimos y vivimos. Pero eso no tiene porque ser nuestra celda.

Vos fuiste el recipiente y yo el contenido durante este taller. Cuando lo terminé pude volver a colocar ciertas cosas en su recipiente pertinente y cerrarlos. Y guardarlos ahí, no siempre a la vista, pero sabiendo donde están y a donde pertenecen.

Espero hacer otro dentro de …quien sabe, cuando necesite de la intervención extranjera o ayuda en mi país para salir de alguna crisis…o cuando aprenda a no escribir tan largo tal vez.

P.D. ¿Hay algún taller que aborde nuestro futuro mas allá de cómo nos gustaría que fuera nuestro sepelio? No, sin delirar, pero que nos ponga de cara al futuro y nos haga imaginar situaciones, reacciones, personajes, y nuestra posible acción frente a cada uno de ellos vistas desde el presente. No sería mala idea. Lo dejo a su criterio, Sra. Presidente. Y gracias por la ayuda nuevamente. Nuestro pueblo estará eternamente agradecido

Oscar Camaño